¿Por qué compartimos tanto sobre nosotros en las redes sociales?
En nuestro cerebro existe un mecanismo llamado autorregulación, cuando hablamos con alguien, actúa rápidamente para intentar impresionar al otro; tanto posteo en redes obedece a un factor de aceptación
En la era digital, donde la conectividad reina suprema, las redes sociales han tomado el papel de un nuevo diario personal, visible a una audiencia global. Este fenómeno ha transformado no solo la forma en que comunicamos eventos triviales y trascendentes, sino también cómo percibimos y construimos nuestra identidad en el vasto escenario digital. Esta omnipresencia del internet y sus plataformas ha redefinido las interacciones humanas, propiciando un terreno fértil para la autoexpresión sin precedentes.Hay personas que lo publican todo en redes sociales.
A partir del nacimiento y la proliferación del internet, algunas de las conductas humanas han cambiado, y la que más ha tenido sesgo es la comunicación.
Aquello que en los inicios fueron señales de humo hoy se han transformado en inmediatos mensajes en redes sociales.
La nueva manera en que vivimos e interactuamos con otras personas, nos ha llevado a compartir demasiados detalles de nuestra vida, pero cuando hablamos de Internet, esto toma un mayor sentido, pues estamos dispuestos a contar demasiadas cosas como son detalles de la vida íntima, problemas familiares, algunas de nuestras más complejas reflexiones etcétera y no es un hecho aislado, sino que se convierte en la norma general.
Compartimos nuestras experiencias cotidianas porque nos ayuda a sentirnos conectados con los demás, y siempre ha sido así. La necesidad de estar presente en las redes sociales es mucho más compleja que el simple narcisismo.
A medida que nos adentramos más en este entramado social digital, nos encontramos ante un espejo que refleja no solo lo que queremos mostrar, sino también lo que los demás desean ver. Las fronteras entre lo privado y lo público se desvanecen, dejando al descubierto una faceta de nuestra humanidad ávida de conexión, reconocimiento y validación a través de ‘likes’ y comentarios. Este escenario nos enfrenta a preguntas fundamentales sobre la autenticidad y el impacto de nuestras publicaciones en nuestra salud mental y relaciones interpersonales.
En nuestro cerebro existe un mecanismo llamado autorregulación, cuando hablamos con alguien actúa rápidamente para intentar impresionar al otro: queremos parecer atractivos, inteligentes e interesantes y al hacer esto nuestro cerebro tiene menor capacidad para filtrar qué decimos y a quién.
Las investigaciones realizadas llegan a la conclusión de que, al compartir pensamientos complejos en redes sociales, el cerebro activa el sistema de recompensa neuroquímica de mayor forma que si solamente compartimos cosas neutras como una frase de alguna película, una canción, etcétera.
Se ha descubierto que hay personas que son reservadas en la vida real, y sin embargo, cuentan todo por Internet.
Esto sucede porque nuestra relación con las redes sociales está generando en cada individuo una idea más compleja de lo que pensamos que somos. Internet nos permite construir nuestra identidad de una forma que nunca habíamos hecho.
Por un lado, nos permite ser invisibles lo que tiene un efecto desinhibidor diferente a lo que sucede cuando hablamos de frente con otra persona, obteniendo una respuesta inmediata con nuestro interlocutor, sin embargo, cuando compartimos algo en una red social, no vemos las reacciones inmediatas; aunque la ironía radica en que, si bien cuando compartimos somos “invisibles”, cientos de miles de personas pueden llegar a ver lo que publicamos o compartimos.
El construir un “yo” en línea que puede diferir de cómo se es cara a cara, puede ser terapéutico, y muchas personas lo realizan solo como un pasatiempo, o por diversión, pero para otros la necesidad de compartir cosas en redes sociales puede significar una necesidad de volverse famoso.
Una persona que publique contenido en las redes continuamente, puede desarrollar adicción a la dopamina y a la sensación que le produce. Curiosamente, no existe en las redes el botón “no me gusta”; lo que sería lógico puesto que tenemos el “me gusta”, “me encanta” o “me divierte”.
Al finalizar la lectura de este análisis sobre la influencia de las redes sociales en nuestras vidas, queda claro que estamos navegando por aguas desconocidas. Las redes sociales, más que simples plataformas de comunicación, se han convertido en catalizadores de un cambio cultural profundo, donde cada ‘post’ puede ser una ventana a nuestra psique. Reflexionar sobre estas dinámicas nos permite comprender mejor el poder y la responsabilidad que conlleva nuestra presencia online. Es esencial cuestionarnos continuamente: ¿Hasta qué punto estamos dispuestos a compartir? ¿Cómo equilibramos la necesidad de conexión con la preservación de nuestra privacidad?
Fuente: excelsior.com.mx